jueves, 1 de enero de 2015

Cai Guo- Qiang


por Celina Chatruc
Con sus propias manos, cada día durante un mes, un grupo de hombres cava hoyos en Pourrières, una pequeña ciudad del sur de Francia. Entre ellos se cuenta Cai Guo-Qiang, el hombre que llenará de pólvora esos cuarenta y cinco "cráteres de meteorito" que simbolizan la historia de la Tierra, los unirá con una mecha de ochocientos metros de largo y los hará estallar al atardecer, para que el humo y las llamas se fundan con el sol poniente. Con esta imagen apocalíptica, el artista chino busca hacernos recordar que algún día todo lo que conocemos desaparecerá.
"Los planetas y las estrellas nacen de explosiones y mueren en implosiones: ése es el destino de todas las cosas vivas. El objetivo de este proyecto era despertar conciencia en la humanidad sobre la importancia de nuestro entorno, para que veamos su destino desde una perspectiva que vaya más allá de nuestro propio planeta", explica Cai sobre esta primera performance en Occidente que marcaría en 1990 un punto de inflexión en su carrera.
Mañana, cuando inaugure en Fundación Proa su primera muestra en la Argentina, Cai demostrará una vez más por qué es considerado uno de los artistas contemporáneos más destacados del mundo (ver aparte). Después de haber visitado Misiones, Salta y Buenos Aires, decidió que el conjunto de obras inspiradas en nuestra cultura se llamaría Impromptu, como las piezas musicales basadas en la improvisación. El trabajo realizado en Buenos Aires con estudiantes locales se completará el 24 de enero sobre el Puente Avellaneda, con uno de sus famosos "proyectos de explosión" que buscan conectar al hombre con otra dimensión a través de una experiencia impredecible y efímera.
"Durante varios años me intrigaron dos ideas: la percepción visual desde el universo y la interacción entre el hombre y el cosmos -escribe Cai en uno de los textos del catálogo-. El principal medio que utilicé para experimentar con esas ideas fue la pólvora, con la esperanza de que los momentos de explosión se fundieran en el movimiento continuo que no se detiene desde el big bang."
Con ese espíritu que busca ampliar la perspectiva humana apelando a la ancestral "medicina de fuego" creó su serie Proyectos para extraterrestres. Uno de ellos consistió en sumar a la Muralla China un tramo humeante que se adentraba diez mil metros en el desierto de Gobi. Ese cuestionamiento sobre la necesidad primaria de levantar muros tangibles e intangibles se reiteraría en su imponente instalación Head On, realizada en 2006 Berlín, que representó a una manada de lobos chocando una y otra vez contra una pared de vidrio. Los animales simbolizan, en sus obras, una humanidad cada vez más enferma y agresiva.
Nacido en Quanzhou, antigua ciudad que llegó a ser uno de los puertos más grandes del planeta, ese chico que creció en un ambiente intelectual y observando cómo su abuela evocaba los mundos invisibles de sus antepasados decidió convertirse él mismo en un puente intercultural. Con un hábil manejo de distintas disciplinas -dibujo, instalación, video y performance- llegó a ser un artista-etnógrafo que lograría unir opuestos: la tradición con lo contemporáneo, lo físico con lo metafísico, Oriente con Occidente. En 1995, en uno de sus típicos gestos rituales, transportó en un barco pesquero a la Bienal de Venecia las hierbas medicinales que Marco Polo había "olvidado" llevar a esa ciudad cuando partió de Quanzhou setecientos años antes.
De su padre pintor y de su formación durante la Revolución Cultural de Mao, Cai heredó la idea de que cualquier cosa que rompa las reglas es buena. Pero en lugar de enfrentarse con sus tradiciones las usó como base para integrarlas y trascenderlas. Sus proyectos suelen involucrar a voluntarios de todo el mundo porque está convencido de que el arte y la cultura pueden transformar la sociedad.
"Desde que los seres humanos empezaron a reconocer fronteras entre las naciones, hemos usado la pólvora para resguardar esas líneas artificiales que originariamente nunca existieron. Y lo seguiremos haciendo", observa Cai. Y agrega: "Los extraterrestres y los superhombres ignoran las fronteras nacionales. Eso debería hacer la humanidad: intentar obtener una visión más amplia del horizonte sin fin del universo".

ADN CAI GUO-QIANG

 
Quanzhou, 1957
Es uno de los artistas contemporáneos chinos más consagrados a nivel mundial, junto con Ai WeiWei y Yue Minjun. Sus obras integran dibujo, instalación, video y performance. Estudió escenografía en la Academia de Teatro de Shanghái. Entre 1986 y 1995 vivió en Japón, donde comenzó a trabajar con pólvora en sus dibujos. Luego experimentó con explosivos en gran escala. Entre otros premios obtuvo en 1999 el León de Oro en la Bienal de Venecia, donde curó en 2005 el primer pabellón nacional de China. En 2008 dirigió los efectos especiales de las ceremonias de apertura y cierre de los Juegos Olímpicos en Pekín. Actualmente reside en Nueva York y exhibe en todo el mundo.
Ficha. Impromptu de Cai Guo-Qiang en Fundación Proa (Av. Pedro de Mendoza 1929), desde mañana hasta marzo de 2015. Proyecto de explosión: 24 de enero en el Puente Avellaneda.
@cchatruc.

Arte: balance de año

Por Alicia de Arteaga
Cierra un año espectacular para el arte contemporáneo que dio el gran sorpasso de la historia al cosechar en una sola sesión de subasta 850 millones de dólares (ver aparte). Objeto de deseo de los nuevos compradores, muchos de ellos salidos de las usinas punto com, el arte de la segunda mitad del siglo XX dejó atrás a los impresionistas y a los viejos maestros para expandir su radio de acción. El gran favorito mediático es Jeff Koons, por la extraordinaria difusión de su obra -su Pantera rosa ilustra la tapa de esta edición- y por algunos hitos logrados en una carrera meteórica de alta espectacularidad. Saltó al estrellato cuando su perro de flores fue instalado en las puertas del Museo Guggenheim de Bilbao y los vascos dijeron a coro sobre el fabuloso edificio de titanio de Frank Gehry: "Pues qué bonita es la caseta del perro".
 
Jeff Koons es el artista vivo más caro. Una de sus obras, propiedad de Eduardo Costantini, se exhibirá este año en Malba. Foto: AFP 
Chistes aparte, Koons, salido de las filas de la publicidad, es el artista vivo más caro. Se mudó a una casa histórica en el Upper East de Manhatan, tiene un barco gigante al que bautizó Ilona en recuerdo de su ex mujer, más conocida como Cicciolina, y un taller de chapa y pintura con 130 asistentes de donde salen piezas multicolores que se venden como pan caliente.
Eduardo Costantini compró dos esculturas con su firma para el proyecto de Bal Harbor, Florida, y la transacción fue noticia en The Wall Street Journal. Una de las "compras" se verá en breve en Malba antes de partir a Miami, su destino definitivo. El fenómeno Koons se traduce en las miles de personas que hacen cola en estos días para visitar su retrospectiva en el Pompidou de París. Es un éxito de taquilla superior al de Dalí.
La cafetera del Beaubourg, como se conoce al museo diseñado por Rogers y Piano para cambiar definitivamente la relación del público con el arte, ya batió su propia marca de visitantes. Koons promete ser el gran suceso del invierno boreal, como lo fue en el verano neoyorquino cuando la muestra se expuso en el Whitney de Nueva York. Fue la última muestra en la sede de Madison.
El Whitney se mudará en 2015 al meatpacking district con vista al río Hudson, a un edificio diseñado también por Renzo Piano y alquilará su antigua sede al Museo Metropolitano de la Quinta Avenida para que el Met exhiba allí su colección de arte contemporáneo. Los museos amplían sus fronteras.
En Buenos Aires, la expansión llegó a las galerías que buscan un formato acorde con la producción actual. Barro, Benzacar, Sendrós y Nora Fisch se instalaron en espacios con memoria fabril en La Boca y en Villa Crespo.
El nuevo mapa del arte se extiende a Barracas con propuestas inusuales. Una de ellas es Móvil, de Alejandra Aguado y Solana Molina Viamonte, líderes de una política de exhibición y comercialización diferente de todo lo conocido, apoyada con entusiasmo por la mecenas Érica Roberts. De eso se trata, de experimentar. Nada más acorde con la materia que tienen entre manos, el arte, en permanente estado de cambio y cuestionamiento.
Matías Duville, por ejemplo, un artista con reconocimiento internacional, exhibió este año en Londres sus dibujos y de regreso montó una instalación desmesurada en la galería de Nahuel Ortiz Vidal en la calle Gaboto, en La Boca. Una enorme estructura de metal con raíces en la naturaleza que tendrá, probablemente, destino museístico. En paralelo, artistas como Max Gómez Canle o Amaya Bouquet eligieron y eligen el pequeño formato y pintan mirando a los maestros con respeto y atención.
Despues de años en Florida 1000, en la galería fundada por su madre, Orly Benzacar se mudó a Villa Crespo. En la avant première hubo celebración, discursos, fajitas, amigos, artistas, coleccionistas y críticos. La inauguración formal será en el fin del verano con una muestra de Liliana Porter, argentina internacional y multidisciplinaria, ahora entusiasmada con el teatro tras el éxito de la obra presentada en 2014 en colaboración con Inés Katzenstein: Entreactos: situaciones breves (Teatro Sarmiento).
Responsable del programa académico de artes visuales de la UTDT, Katzenstein ha formado un claustro de docentes caracterizado por la tensión entre acción y reflexión. Son críticos, curadores y artistas en plena actividad, al frente de talleres dinámicos de corta y larga duración. La Di Tella mantiene una agenda de muestras internacionales, el programa de becas y el necesario rigor en la matrícula.
 
Triple Elvis (Ferus Type), de Andy Warhol, se subastó por 81.9 millones de dólares en Christie's de Nueva York. Foto: EFE 
En los claustros universitarios se viven también días de expansión. Hay carreras actualizadas y otras nuevas, centradas casi todas en la gestión y en la curaduría (UADE, USAL, UCA), dos pilares ligados estrechamente a la situación actual: crecen las instituciones y, con ellas, la necesidad de pensar en financiamiento; crece, también, la oferta de muestras temporarias, consecuencia inmediata de la demanda local pero también del turismo receptivo que considera a Buenos Aires una meca cultural con un patrimonio arquitectónico único.
También la Untref ha extendido su radio de influencia de Caseros a Puerto Madero con la apertura, en el antiguo edificio del Hotel de Inmigrantes, del Centro de Arte Contemporáneo, donde desembarcó la muestra Perder la forma humana, procedente del Reina Sofía y del Mali de Perú. En el cierre del año exhibió Nada está donde se cree, de Graciela Sacco.
Aníbal Jozami, fundador y rector de la Untref, integró este año el jurado del prestigioso premio Marcel Duchamp, que acompaña la edición anual de la FIAC (Feria de Arte Contemporáneo) en el Grand Palais, de París, y ha comprometido para la agenda de 2015 la presencia del brasileño Vik Muniz, un ilusionista de la fotografía que crea sus propias maquetas con materiales inusuales antes de ser fotografiadas.
Otro maestro de la ilusión es Leandro Erlich. Lleva recorrido un largo camino planetario con su instalación en trompe l'oeil: una fachada que se refleja en una gigantesca lámina espejada para desconcierto del espectador. La misma operación fue repetida con fachadas de París, Berlín, Buenos Aires y Montevideo, entre otras. El último destino, Seúl, confirma el magnetismo que sienten los orientales por la obra de este joven artista cuya próxima creación será un site-specific para la explanada de Malba.
El cambio de paradigma en el arte, "el extravío de los límites" del que hablaba años atrás el crítico Jorge López Anaya, tiene mucho que ver con el quiebre definitivo provocado por Andy Warhol respecto del lugar del artista en la sociedad. Sin Warhol, es probable que no estuviéramos hablando de Jeff Koons ni de Damien Hirst, quien contó con el fabuloso soporte publicitario de Charles Saatchi para llegar a la cima. Primero con la muestra Sensation y luego con la venta de sus obras por más de 200 millones de dólares el mismo día del derrumbe de Lehman Brothers.
Andy Warhol, gran promotor del marketing personal, pionero de las selfies con su ya mítica Polaroid, dio en la tecla al establecer una relación de dependencia mutua con las celebrities. Creó el personaje, pero también las imágenes a la medida de la sociedad de consumo. Ícono y mito. Oferta y demanda.
 
Leandro Erlich sorprendió con sus juegos de ilusión en Berlín (foto), París, Buenos Aires, Montevideo y Seúl. Foto: AFP 
Por si faltaba alguna prueba, llegaron los precios espectaculares pagados por obras que integraron las series de Elvis y Brando. Más de 150 millones de dólares en diez minutos y muchas manos en alto por un par de piezas que habían estado por años colgadas en un casino alemán.
En tren de mudanzas, quedará inaugurado en breve el edificio diseñado por Norman Foster para el Banco Ciudad. Finalmente, será ocupado por Mauricio Macri y la plana mayor de su gobierno. La movida es mucho más que estratégica, y supone también la consagración local del arquitecto inglés, lord de la reina Isabel II, elegido por Alan Faena para varios proyectos. Foster ha puesto su marca en Barracas y al hacerlo ha confirmado que el patrimonio no sólo se hereda, también se crea.
Año de museos nuevos y ampliaciones postergadas, el Mamba, marco de una sinuosa y aérea muestra de dibujos de las colecciones del Deutsche Bank y del propio museo, curada por Victoria Noorthoorn, tendrá los metros que espera y necesita tras el reciente acuerdo de cooperación firmado con el Banco Supervielle. Su gravitación museística se verá fortalecida con la posibilidad de exhibir la colección permanente.
En el otro extremo de la ciudad, sobre Figueroa Alcorta frente a la Facultad de Derecho, Mercedes Benz trabaja a toda máquina para inaugurar en otoño su versión de 900, restaurante-bar conectado directamente con el Museo Nacional de Bellas Artes y con la Asociación de Amigos, que este año dio un paso al frente al reabrir el auditorio en línea con los estándares internacionales. Un concurso de diseño y la oportuna alianza con Nuria Kehayoglu (El Espartano) llevó a buen puerto la renovación del espacio, ahora con la mira puesta en el cine y en un ciclo consagrado a los grandes clásicos.
Como parte de la programación de cine, que dirige Fernando Peña, Malba exhibió en 2014 la ópera prima de Marcos López sobre la vida y la obra del cantante Ramón Ayala, casi una coartada para remontar el Paraná y avanzar en un universo muy ligado a su inconfundible estilo chillón bautizado Pop Latino. Cuando Marcos habla de este hallazgo personal, que le dio una identidad a su trabajo, más que climas prefiere evocar texturas: esa sensación del codo apoyado sobre el mantel de hule húmedo en un día de mucho calor. Pegajoso. La película de Ayala, tras un estreno en Malba, con lleno total y aplausos cerrados, se puede ver ahora en Internet, en forma gratuita y con calidad HD.
Fuera de serie, hilarante y complejo en su aparente espontaneidad, el film La ballena va llena, un hit de 2014, merece ser exhibido en la próxima edición de la Bienal de Venecia, como sueñan los integrantes del clan fundacional: Juan Carlos Capurro, Tata Cedrón, Marcelo Céspedes, Pedro Roth y Daniel Santoro. Los diálogos entre los integrantes del colectivo la Estrella de Oriente en bares de Buenos Aires y las conversaciones telefónicas entre Begonia, de la Fundación Santander, y Pedro Roth, son de antología.
Le Parc, con sus instalaciones lumínicas, y Berni, representado por las serie de sus personajes emblemáticos y queribles, Juanito Laguna y Ramona Montiel, definieron la agenda expositiva de Malba en un año de cambios en la conducción. Agustín Pérez Rubio, español de Valencia, con experiencia internacional y el paso decisivo por el Musac de Castilla y León, es el director del museo de Figueroa Alcorta y San Martín de Tours, tras la gestión fecunda y decisiva todos estos años de Marcelo Pacheco.
 
Los retratos de Liliana Maresca realizados por Marcos López fueron exhibidos por la galería Rolf en París Photo. Foto: Gentileza Rolf
La muestra de Berni fue impulsada por Pacheco en colaboración con MariCarmen Ramírez, curadora de arte latinoamericano del Museo de Houston, Texas, quien siempre quiso llevar fronteras afuera esa identidad tan nuestra que atraviesa la obra de Antonio Berni, rosarino universal, el mayor artista argentino del siglo XX. Fue un esfuerzo descomunal reunir las obras que integran colecciones particulares y públicas de todo el mundo. Por primera vez se pueden ver las series completas de las criaturas de la narrativa de Berni. Juanito, al que sólo le falta salvarse de la colimba, según narraba Fernando García en estas páginas al presentar la llegada de los protagonistas viajeros a Malba, forma parte del imaginario colectivo. En ese Juanito hay muchos Juanitos, algunos redimidos, otros no.
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En la apertura de la temporada del Malba el toque de glamour tuvo el inconfundible estilo de Mario Testino, peruano, ciudadano del mundo, quien trajo del Museo de Barranco, en Lima, la muestra de retratos de divas, modelos y celebrities.
La obra de Testino, amigo personal de Anna Wintour, legendaria editora de la Vogue americana, explora las posibilidades de la alianza arte & moda desde la lente de la cámara. Testino lo hace a su manera, sin negar el legado de maestros de la talla de Chambi, Helmut Newton, Richard Avedon o Cecil Beaton.
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Con 25 salas, una agenda de exposiciones que incluyó la décima edición de Buenos Aires Photo y más de un millón de visitantes por año, el Centro Cultural Recoleta se consolida como la mayor vidriera del arte en la Argentina. En 2014 se destacaron la muestra de Jorge Demirjian, que continúa hasta febrero, y las de Humberto Rivas, Rómulo Macció y Marcos Zimmermann.
La Fundación OSDE exhibe hasta enero fotografías de Ramón Gómez Cornet, después de haber presentado otras dedicadas a la figura del artista, al realismo como vanguardia en la década de 1930 y a las apropiaciones de lo cotidiano en la escena contemporánea, además de intervenciones de José Luis Anzízar, Daniel Joglar y Florencia Levy, por citar algunos. Y el Pabellón de las Artes de la Universidad Católica Argentina dedicó sus salas a las obras de Cecilia Duhau, Karina El Azem y Jorge Canale, entre otros.
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El cierre del año en Buenos Aires fue para Proa con la llegada del chino Cai Guo-Qiang. Invitado por Adriana Rosenberg, ofrece una serie de telas y papeles inspirados en un viaje por el Norte argentino y por las Cataratas.
 
Ramona Montiel y Juanito Laguna, las grandes creaciones de Antonio Berni, pueden verse en Malba hasta febrero. Foto: Gentileza MALBA
Durante horas, con paciencia oriental y un equipo de colaboradores, mostró a la audiencia reunida en un galpón de La Boca qué es lo que hace y cómo lo hace. Esa mezcla de obsesión y azar, de causalidad y casualidad tiene poco que ver con todo lo conocido. El resultado está a la vista en las salas de Proa: pinturas pintadas con pólvora inspiradas en el recuerdo de lo inmediato.
Cai prepara la segunda parte de sus presentaciones en Buenos Aires. Esta vez serán fuegos artificiales con el fondo del Puente Avellaneda el 24 de enero de 2015. Más detalles en la próxima edición de adn. A modo de anticipo: la inspiración esta vez será el tango. Pintar en el cielo el dos por cuatro.
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El año que termina será recordado también por la explosión de las ferias latinas. Un collar de ferias continentales confirma el lugar que ocupa hoy el arte latinoamericano en las colecciones privadas y en la agenda de los museos. El último eslabón fue Pinta en su versión de Miami, Florida, y en sintonía con la espectacular movida de Art Basel. Fueron 23 ferias satélites dispuestas para conquistar la audiencia formada por compradores, coleccionistas, turistas y curiosos con ánimo de disfrutar la maratón hasta que las velas no ardan. Este año el balance fue unánime: la mejor de todas. Precios por las nubes, obras excepcionales y la certeza de que la fórmula patentada por los suizos adaptada al dulce clima de South Beach resulta imbatible.
Para Diego Costa Peuser, editor de Arte al Día y director de Pinta, la coronación de Miami como una meca del arte es casi una profecía cumplida. Hace rato que recorre el espinel que va de Ch.ACO en Chile a ArtBo en Colombia, de Art Rio en tierra carioca a Parc, en Lima. El mundo es ancho pero no ajeno .
 
Los collages de Matisse, un éxito en la Tate de Londres y en el MoMA de Nueva York. 
Esto pueden decir también los uruguayos capaces de montar la 2a Bienal de Montevideo con más pasión que recursos. Fue otra vez Erlich el elegido del público en el imponente marco del Banco de la República. Dos apuntes para cerrar este panorama: arteBA se consolidó como la gran feria de arte contemporáneo del Cono Sur, aunque sus ambiciones sean continentales. Sigue siendo una asignatura pendiente multiplicar las ventas y ampliar el círculo de coleccionistas, sin perder de vista que la apuesta de Julia Converti y del equipo curatorial es potenciar lo mejor del arte contemporáneo argentino.
Queda para el final el saludo al maestro. La legítima conquista de Matisse. Esa obra única, originalísima, hecha con papeles pegados, cortados a punta de tijera, deslumbró primero en la Tate Modern de Londres y ahora un éxito absoluto en el MoMA de Nueva York. Una nueva creación en la vida de un artista que lo había hecho casi todo. Tenía que ser Matisse..

Erotismo: de cómo Buenos Aires atravesó el cuerpo femenino de la pintura en el siglo XIX

Historia. Una muestra investiga los cambios que atravesó en la Buenos Aires del siglo XIX la representación del cuerpo femenino en la pintura.

por Julia Villaro

Julio Romero de Torres. “Musidora”.
El arte está lleno de cuer pos desnudos. Desde el “Discóbolo” de Mirón hasta el “David” de Miguel Angel, pasando por incontables Evas, Adanes, Jerónimos, Europas, Proserpinas; Susanas y Salomés bailando para conseguir la cabeza de un hombre o contemplándose en actitud provocadora. El arte está lleno de esos cuerpos desnudos: durante siglos los artistas –y sus comitentes– han debido perfumar de historias bíblicas y míticas esta necesidad de imágenes, para cumplir con las reglas del decoro y eventualmente no morir en la hoguera o en la condena e indiferencia de críticos, colegas y clientes. Pero hacia el siglo XIX –con el asentamiento definitivo de la burguesía– cambian los cuerpos y los deseos; cambian las relaciones de género y cambia entonces también la imaginería erótica para adaptarse a este nuevo consumo. Un consumo cada vez menos subrepticio, unas obras cada vez más polémicas, con figuras femeninas emancipadas de la Iglesia y la Grecia antigua que pasan del desnudo desposeído a la seducción de la femme fatale. Ese pasaje es el que busca reconstruir la muestra La seducción fatal, imaginario erótico del siglo XIX en el Museo Nacional de Bellas Artes.
Pensada desde el estudio riguroso y apasionado de su curadora Laura Malosetti Costa, la muestra se organiza a través de ejes que estructuran este universo pictórico. Pero además de exhibir pinturas y esculturas –la mayoría patrimonio del mismo museo– se propuso reconstruir el universo simbólico y visual en el que estas imágenes circularon; aparecen entonces grabados, fotografías, libros, películas, publicidades, el tango y la milonga: “Hay aquí una invitación a pensar sincrónicamente los distintos circuitos y públicos para este tipo de representaciones y la incipiente cultura de masas en la ciudad”, dice Malosetti en el catálogo. Una ciudad en la que por entonces despertaba una incipiente y pintoresca elite fervorosamente euro-céntrica y modernizante; en la que también proliferaban los burdeles, la prostitución y la trata de personas.
Entre velos y desenfados se construye el viraje del siglo y la muestra se presenta como una cartografía de ese movimiento. Porque no es sólo una cuestión de inhibiciones y desinhibiciones lo que se juega en estas obras: hay implícitas relaciones de sometimiento y poder, alusiones a la esclavitud, cierta cosificación del cuerpo femenino y fuertes construcciones ideológicas en torno al otro –sea la mujer, Oriente o el indio– en las que el Occidente blanco y moral juega todas sus cartas para la imposición simbólica. Inscriptas dentro de la muestra en una larga tradición de obras vinculadas al tema del rapto –el de Psique por Eros, el de Proserpina por Plutón, el de Helena por Paris, son sólo algunos ejemplos– aparecen los numerosos raptos pictóricos de mujeres blancas por malones indios que acompañaron la campaña del desierto en Argentina. Cautivas de torsos y piernas desnudas que brillan como gemas entre el marrón barroso de tehuelches y ranqueles. Cuerpos que parecen vincularse más por el deseo que por el terror –la cautiva pintada por el taller de Della Valle reposa serenamente en el hombro de su indio– cuyo erotismo no sólo consiste en la desnudez de los cuerpos sino en el vínculo violento y apasionado que se teje entre ellos: un vínculo peligroso, en tanto colabora en la construcción de una mujer que desearía ser raptada y sometida.
Pero la violencia implícita en las obras también fue soslayada con otros recursos, como el que en la muestra se denomina la mirada orientalista. Pinturas de mujeres desnudas amordazadas o encadenadas proliferaron en los salones europeos –y en consecuencia en las incipientes colecciones de arte argentinas– aceptadas con naturalidad siempre y cuando se tratara de esclavas, odaliscas, santas o heroínas antiguas. Al interior de esta iconografía también hay cambios de tono: poco tiene que ver la “Mujer oriental” de Severo Rodríguez Etchart –que blanca, rubia y lampiña, posa– con la “Odalisca” de Quinsac Monvoisin, sola en la intimidad de su cuerpo, sus brazos levantados dejando ver el vello bajo las axilas, también en el pubis; los ojos entrecerrados, la expresión de goce en el rostro. Nada en común con la “Joven oriental” de la italiana Juana Romani: el cabello rojizo, el cuerpo erguido y de frente, los ojos mordaces interpelando a los espectadores. Sobre el cuerpo una camisa que tapa los brazos, abierta con desenfado deja ver sus pechos. En esta obra –que es un autorretrato– el título parece funcionar de forma irónica: Juana, que además de pintar solía trabajar como modelo de artistas en París, debía conocer a la perfección el ambiente en el que estas pinturas se construían.
Es difícil trazar la frontera que separa el señalamiento de la violencia implícita al interior de muchas de estas obras –y que sólo se advierte a partir de una relectura crítica– de la mirada moralizante de un cierto sector social que se escandalizó por las pinturas –nunca por la prostitución, la trata o la violencia– y ejerció su condena desde un lugar conservador y a-crítico. La muestra señala ambas cosas y traza esa diferencia de forma eficaz.
La sección Desnudos, voyeurismo y transgresión puede resumirse en dos obras clave de la colección del Museo de Bellas Artes: la “Ninfa sorprendida” de Edouard Manet y “El despertar de la criada” de Eduardo Sívori. En la primera, una ninfa rubia de piel fina se sobresalta ante la aparición del espectador y cubre sus partes mientras sus mejillas se ruborizan levemente. Está inmersa en un paisaje bucólico, completamente desnuda, sus joyas –único y ampuloso atavío de casi todos estos seres construidos para el deleite masculino– se encuentran ahora sobre el pasto. En la segunda –motivo de innumerables controversias– no encontramos ya una ninfa, ni siquiera una bailarina, sino una criada de piel gruesa, de callos y pelo renegrido, también completamente desnuda contra la chatura de su cuarto gris. Aquí las joyas han sido reemplazadas por un candelabro triste y un par de chinelas; la criada no advierte que se la observa: tiene la mirada baja, concentrada en las medias que pronto irá a vestir. Es la irrupción polémica de una nueva figura femenina dentro de la iconografía del desnudo –que además asiste mediante el detalle de la media, a una larga tradición de imágenes eróticas con este mismo motivo–; ni mítica ni bíblica; una mujer trabajadora, con una sensualidad que trasciende y a la vez se instala en su cuerpo robusto, moldeado por el trabajo y ya no por los perfumes, las joyas y los polvos. Dos desnu dos más irán a sacudir el tablero de la plástica nacional unos años antes y después de la criada de Sívori. El primero es “El baño” de Prilidiano Pueyrredón. Por esta obra (y otras) en la que vemos también el cuerpo desnudo de una criada –el rostro despreocupado, el cuerpo insinuado debajo del agua– el artista fue condenado y sometido a toda clase de rumores y juicios. El segundo es “Reposo”, obra simbolista de Eduardo Schiaffino –pintor y primer director del museo, responsable de gran parte de la colección del mismo, detractor de la obra de Pueyrredón mencionada hace unas líneas–, el desnudo de espaldas de un cuerpo andrógino, sobre un fondo azul que parece sumir al personaje en una suerte de sueño extasiado. La sensualidad comienza a reconfigurarse y la obra es una apuesta por la sugerencia y la ambigüedad como motores eróticos.
Los albores del siglo XX son para mujeres de armas tomar. Seductoras fatales y musas modernas se denomina esta parte de la muestra, con obras en que la seducción ya no está en la desnudez sino en una actitud desenfadada y unos ojos en exceso delineados: entre poseídas y poseedoras; ni odaliscas ni cautivas, sino mujeres que comienzan a tomar las riendas de su vida y de su cuerpo: el gesto provocativo de la dama de Manicure de Caro-Delvaille y sobre todo la Musidora de Romero Torres, el retrato de la actriz francesa que encarnó a Irma Vep en la serie Los vampiros y que posteriormente se convirtió en musa de los surrealistas.
Si no fuera por la mirada crítica que propone la muestra, sería difícil para nosotros, espectadores del siglo XXI, hallar erotismo o pornografía en estas imágenes. Paradójicamente en un mundo en el que las imágenes –y las imágenes de cuerpos desnudos– nos asedian de todos lados, el erotismo –en tanto intimidad y sugerencia– está en grave peligro de extinción.

FICHA
La seducción fatal. Imaginarios eróticos del siglo XIX
Lugar: Museo Nacional de Bellas Artes, Av. Del Libertador 1473
Fecha: hasta el 15 demarzo de 2015
Horario: martes a viernes, 12:30 a 20:30; sábados y domingos, 9:30 a 20:30
Entrada: gratis