viernes, 19 de diciembre de 2014

ANTONIO BERNI en el MALBA

En conjunto con el Museum of Fine Arts de Houston, el Malba presenta 150 obras del artista. Exhibe además piezas inéditas provenientes de Bélgica. 
por Ana María Battistozzi
Pocos artistas argentinos han sido tan visitados, estudiados y reconocidos como Antonio Berni. Desde que murió en 1981, las exhibiciones que abordaron su producción a intervalos cada vez más breves permitirían suponer hoy que sobre él ya se ha dicho, escrito y mostrado todo, o casi todo.
Pero si se tiene en cuenta que, desde su nacimiento en el siglo XVIII, el formato de exhibición pública estuvo invariablemente asociado a la novedad, la pregunta que sobrevuela la muestra Antonio Berni, Juanito y Ramona que se exhibe en el Malba es por lo nuevo que tendría para aportar. Que no es sino una concentración en exclusiva sobre Juanito y Ramona, los dos personajes de su singular narrativa que habitaron su obra entre 1958 a 1978. Ambos son retratados con zoom y gran angular a un mismo tiempo en esta muestra. Las 150 obras –pinturas, grabados, xilocollage-relieves, ensamblajes y construcciones polimatéricas– que seleccionaron los curadores Marcelo Pacheco y Mari Carmen Ramírez apuntan en esa dirección en las tres salas que ocupan, con la poderosa materialidad que Berni concibió para dar cuenta de su fatalidad y vicisitudes.
No es la primera vez que estos dos personajes protagonizan una exhibición de proyección internacional. En 1995, Laura Buccellato articuló un conjunto que les otorgaba una centralidad similar y fue exhibido en Buenos Aires y en la Fundación Telefónica de Madrid. Pero en él predominó la obra gráfica. Este en cambio hace gala del cambiante arco de recursos expresivos y escalas que puso en juego el artista a la hora de describir a sus personajes a partir de materiales encontrados que describen también cada época.
Por ese motivo o en razón de los numerosos antecedentes de exhibiciones que incluyeron a Juanito y a Ramona como capítulos fundamentales en su obra, presentarlos en sociedad en nuestro país suena redundante. Ambos han gozado de una popularidad infrecuente en la recepción habitual del arte moderno y contemporáneo.
En ese sentido cabría más bien pensar que el enfoque estuvo marcado por el interés de presentar al Berni más radical y atractivo a los ojos del espectador de hoy en los Estados Unidos. Una geografía cultural que le fue tradicionalmente esquiva. Cuando en 1966 la muestra El arte de Antonio Berni hizo pie en el New Jersey State Museum, fue muy bien recibida. El conjunto, bastante similar al que mostró en la retrospectiva del Di Tella en 1965, no tuvo la misma fortuna al pasar por Nueva York. Para entonces Berni no sólo exhibía entre sus credenciales el haber ganado el Gran Premio Internacional de Grabado y Dibujo en la Bienal de Venecia de 1962 sino también un extendido reconocimiento en su país y en Europa. Pero nada de eso cambió cierta indiferencia con que el medio y la crítica especializada acogió su obra. Basta ver una foto de la exhibición del New Jersey State Museum para imaginar la razón. Colgadas una junto a otra, las obras de 1934 “Manifestación” y “Desocupados” debieron lucir demasiado próximas al realismo de Thomas Hart Benton y la estética del Federal Art Project que las vanguardias y la crítica neoyorquina de los 50 y 60 se habían propuesto superar.
Se diría que a esa dirección se orientó este conjunto que tuvo su presentación inaugural el año pasado en el Museo de Fine Arts de Houston, una institución que ha dedicado buena parte de sus programas y presupuestos a facilitar una ajustada comprensión del arte latinoamericano.
Otra cosa muy distinta plantea la recepción de Berni en nuestro país, donde la figura del artista asume una estatura heroica que, por sus características, hasta cierto punto crece con esa incomprensión. La muestra pivotea entre esas dos circunstancias y rescata como dato fundamental la importancia de París, ciudad que Berni siguió considerando la capital del arte, más allá de las transformaciones que operó la Segunda Guerra. Allí vivió entre 1962 y 1972 y allí realizó parte importante de la producción de esta muestra. Un espacio donde la crítica no le fue indiferente: Berni despertó la admiración de figuras como Pierre Restany, Michel Ragon y Gassiot Talabot. Tanto Ragon como Gassiot ponderaron en él valores similares a los que hicieron crecer su estima en nuestro país: su audaz uso de los materiales de desecho y la articulación de la experimentación pictórica y el assemblage al servicio de una narrativa definida desde una posición política. Según la curadora Mari Carmen Ramírez, las cintas, puntillas y abalorios hallados en el mercado de pulgas de Clignancourt aportaron al perfil de Ramona, esa “costurerita que dio el mal paso” en pos de los lujos que le habilitaban los hombres del poder. Todos esos militares, religiosos y ricachones retratados en la colección de sus más innovadores grabados que integran esta muestra. Con ello Berni “expuso la psique de una Buenos Aires espejada en París”, afirma Ramírez.
Una novedad de esta exhibición son las piezas que, realizadas en Europa, permanecieron en Bélgica y se exhiben por primera vez aquí. Entre ellas, “Ramona bebé”, de 1962, “La apoteosis de Ramona”,  de 1971, y “La familia de Juanito emigra”, de 1972. Acaso más importante para una exhibición orientada a la consideración del rol que jugó Berni en distintos planos de la escena internacional es el libro catálogo. Editado por el Museo de Fine Arts, de Houston y Malba, en asociación con Yale University Press, incluye ensayos de Mari Carmen Ramírez, Marcelo Pacheco, Andrea Giunta, Héctor Olea, Guillermo David, Michael Wellen y Victoria Giraudo.

FICHA
Antonio Berni. Juanito y Ramona

Lugar: Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415
Fecha: hasta el 23 de febrero de 2015
Horario: jueves a lunes y feriados, 12 a 20
Entrada: $60; est. doc. y jub, $30; miércoles, general, $ 30